Si hay una palabra que se repite en los discursos y los documentos de política estratégica de Turquía esta es “independencia”. El país euroasiático quiere diversificar sus socios y aliados para poder moverse libremente. Pero la economía sigue mandando: depende de los mercados europeos para sus exportaciones —si bien el peso de la UE se ha reducido ligeramente en la última década hasta el 40%—; de las importaciones de maquinaria y tecnología occidental y de materias primas de Asia para hacer funcionar sus fábricas. Eso sí, en ningún aspecto la dependencia exterior es mayor que en el ámbito energético: en un país que ha experimentado un rapidísimo crecimiento del consumo energéticoel 74% de su demanda se cubre con importaciones —algo más del 50% si nos centramos solo en la producción eléctrica—, con Rusia en un papel dominante —en torno al 40% del gas, petróleo y carbón importados—.