España se ha convertido en una residencia bien avenida para los centros de datos. Gigantes tecnológicos como Amazon, Google o Meta han desplegado sus enormes hoteles virtuales por distintos territorios del mapa, colocando al país como uno de los epicentros internacionales para el almacenamiento de información digital. En total, son más de 100 puntos operativos, y otros 20 proyectados, según el conteo que ha realizado este periódico. La patronal del sector, Spain DC, calcula que en los próximos años los gigantes tecnológicos invertirán 58.000 millones de euros en España en este tipo de infraestructuras. Junto a las grandilocuentes cifras en inversiones que acompañan las presentaciones de políticos y empresarios que celebran la llegada de estos tótems a sus entornos ―“esto nos va a situar como una referencia mundial”, suele ser la frase más repetida―, aparecen otras, igualmente cautivadoras, que apelan a los miles de empleos que generará la llegada de estos grandes núcleos. Un argumento más que convincente para afianzar cualquier asentamiento, que, sin embargo, genera muchas dudas entre sus críticos. Mientras que para sindicatos y ecologistas estas cifran están “trucadas”, la realidad contable es que no es posible acotar la cifra exacta a partir de ninguna estadística oficial.