Los países occidentales están sobreendeudados. En teoría, podrían salir mediante el crecimiento, o controlar sus déficits presupuestarios. Pero los países más ricos tienen un historial de crecimiento reciente muy pobre. Y, como demuestra la caída del primer ministro francés François Bayrou, la población no está dispuesta a aceptar la austeridad. La sirena de la inflación llama. Que los países sucumban depende de lo fuerte que se hayan atado al mástil.
Redacción