Para buena parte de los alumnos y alumnas de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid, las clases teóricas que reciben se sienten casi como un maratón de información que resulta difícil de digerir. Así, al menos, lo afirma un estudio recién publicado en la Revista Española de Educación Médica, según el cual la mayoría valora la presencialidad, pero reconoce su frustración con unas lecciones que consideran monótonas, repetitivas y poco conectadas con la práctica: no en vano, solo un 11,3 % cita “aprender más y mejor” como una ventaja asociada con la presencialidad. En una década dominada por la irrupción de la IA generativa y la expansión de metodologías más prácticas e interactivas, la pregunta sobrepasa los muros de la institución madrileña y plantea un dilema más general: ¿adolece la universidad de un exceso de teoría?