Un breve paseo por Helsinki basta para que salte a la vista lo evidente: ni un solo cartel de “se busca trabajador/a”. Nada que ver con París, Berlín o Madrid, donde restaurantes, hoteles y tiendas amplían plantilla mes sí mes también. La anécdota de la capital finlandesa es mucho más que eso; es síntoma de algo mayor: el país nórdico ha dejado de ser uno de los referentes europeos en la lucha contra el desempleo —con un modelo educativo a la vanguardia continental— a convertirse en todo lo contrario, algo así como un lastre para las estadísticas comunitarias.
Redacción