La reciente revisión de la estrategia de política monetaria del Banco Central Europeo (BCE) evidencia la complejidad de gestionar tipos de interés e inflación en un contexto de fragmentación geopolítica, disrupción tecnológica y presión regulatoria. El BCE reafirma su objetivo de inflación simétrico del 2% a medio plazo, pero introduce matices que anticipan una función de reacción más flexible. La autoridad monetaria se reserva actuar de forma contundente dependiendo de la magnitud y naturaleza de los choques, lo que implicará mayor volatilidad en movimientos de tipos de interés y una calibración más frecuente del tipo “neutral”. Además, fusiona su antiguo esquema de dos pilares (económico-monetario) en un único marco que incorpora riesgos climáticos y de estabilidad financiera.