El principio de toda burbuja consiste en que no se puede certificar su existencia hasta que explota. Mientras llega el estallido, es carne de discusión intensa, durante la cual se acuñan términos interesantes como ese “sobrecalentamiento” de precios tan extendido o la “exuberancia irracional” que popularizó Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal, justo antes del pinchazo de las puntocom en 2000. Porque había señales previas entonces. Jamás una burbuja reventó por falta de alertas, de la fiebre de los tulipanes del siglo XVII a la locura inmobiliaria del XXI, pasando por el chocar del 29.
Redacción
