La caída del primer ministro francés y su declaración sobre la necesidad de una revisión profunda del estado de bienestar ha reavivado un debate que Europa ya no puede posponer. Francia, cuna de los derechos sociales modernos desde el siglo XVIII, se enfrenta a una situación financiera insostenible que obliga a plantear recortes impensables hace apenas una década. Las protestas no han hecho más que empezar, pero el problema trasciende las calles de París. El estado de bienestar europeo, ese gigantesco seguro mutualizado que durante décadas garantizó la cohesión social, se tambalea ante una realidad demográfica implacable.
Redacción