Hay un depredador, y no pequeño, suelto en la sabana energética. Las baterías, en todas sus versiones, están llamadas a asestar una severa dentellada sobre la demanda de combustibles fósiles: de carbón y de gas, porque su uso intensivo para almacenar megavatios hora recortará drásticamente las horas de encendido de las centrales térmicas; y, aún más acusadamente, de petróleo, a medida que la electrificación del parque móvil se generalice.
Redacción