La relación de los mercados con Donald Trump se asemeja a la de las antiguas civilizaciones politeístas con sus dioses: podían destruir y construir a partes iguales —Poseidón bendeciría o hundiría una flota entera con un solo gesto—, pero sus acciones dependerían de las emociones de unas deidades demasiado humanas. Esta vez, el objeto de la cólera del presidente estadounidense ha sido el oro, el refugio de los inversores. El metal estuvo preso de las contradicciones por cuatro días, entre la información de que la oficina aduanera de EE UU le había impuesto un arancel del 39% a los lingotes de inversión.
Redacción