En Wall Street ya no basta con tener buenos resultados. Un nuevo grupo de compañías ha roto los esquemas tradicionales de inversión que se basan en estudiar minuciosamente los balances y las cuentas. No cotizan tanto por sus beneficios, sino por la fe de miles de pequeños inversores que compran acciones por devoción, por la simpatía que les despierta la empresa, sus directivos o incluso por el efecto viral. Tesla, Palantir o GameStop son los nombres más emblemáticos de este fenómeno fan del mercado, donde la lógica financiera cede paso al culto.
Redacción