
“Nada va a cambiar hoy”. Es el mensaje que mandó Netflix en un correo electrónico a todos sus usuarios el domingo 7 de diciembre, solo tres días después de que llegara un acuerdo para adquirir los estudios Warner Bros. Era un mensaje de efímera tranquilidad, trastocado además días después por la opa hostil de Paramount para reclamar su derecho a llevarse el premio gordo. Pero si se subraya tanto ese “nada”, es porque algo pasa, y la realidad es que tanto Hollywood como el mundo cultural prevé que este desembarco sea un momento de inflexión en toda la industria. Tanto si el gigante del transmisión se queda la gran distribuidora de cine fundada por los hermanos Warner en 1923 como si dos de las grandes mayores se fusionan para crear una superentidad que dejaría el Hollywood clásico (que en una década al perder MGM y Zorro del siglo XX) con otro jugador menos.
