A la hora de hacer su Trabajo de Fin de Grado, Blanca Travesí, una ingeniera biomédica, tuvo la suerte de vivir una experiencia poco común: desarrollar una investigación práctica (en su caso, sobre la calidad del sueño en mujeres con fibromialgia tratadas con estimulación magnética transcraneal) que le permitió trabajar con pacientes y comprobar el impacto real y directo de su esfuerzo. Aquel proceso —más cercano y humano que la mayoría de los trabajos académicos— le hizo pensar en todos los estudiantes que no llegan a aplicar lo aprendido en sus TFG o TFM a un contexto tangible. Si ella había comprobado cómo la investigación universitaria podía mejorar vidas, ¿por qué otros tantos trabajos con potencial acaban siendo olvidados en un cajón cualquiera?
