De una pequeña chispa puede brotar una llama, escribe Dante Alighieri en la Divina Comedia. La Gran Recesión puso a correr al mundo de un foco a otro, solo para acabar llegando a una conclusión angustiosa. No había escapatoria. Hipotecas basura troceadas y empaquetadas para su venta fuera. Ladrillo al por mayor alimentado con crédito barato, avaricia, y grandes dosis de especulación dentro. Los traumas de 2008, cuando cayó Lehman Brothers, cuando el sistema bancario se tambaleó y la burbuja inmobiliaria explotó, sumieron a España en una larga travesía del desierto. Y dejaron heridas tan profundas que hay quien achaca la alergia actual a construir vivienda al recuerdo pesadillesco de aquellos esqueletos de hormigón deshabitados que poblaron la geografía nacional.
