Un esfuerzo de una década para hacer que la industria naviera fuera la primera en adoptar objetivos internacionales vinculantes de emisiones se ha desmoronado, esta vez no por ciencia o tecnología, sino por tiempo y costo. El colapso deja la demanda de petróleo proveniente de combustibles marinos prácticamente intacta por ahora, un alivio para las refinerías y comerciantes que están atentos a señales de un giro forzado hacia costosos biocombustibles o mezclas de amoníaco. La reunión de la Organización Marítima Internacional (OMI) celebrada en Londres esta semana tenía como objetivo finalizar un marco acordado por primera vez en abril, que establecía cómo los propietarios de buques harían la transición…
Redacción
