A punto de cumplirse un año de la moción de censura que costó el puesto de primer ministro a Michel Barnier Francia sigue atrapada en un laberinto. La fragmentación parlamentaria hace casi imposible elaborar unas cuentas públicas que encarrilen un déficit que supera el 6% —el doble de lo permitido por las normas europeas— y que, en ausencia de reformas, aboca al país a un endeudamiento creciente. Después de Barnier, derribado por una moción de censura en la Asamblea Nacional, han pasado dos primeros ministros (François Bayrou, hasta septiembre, y Sébastien Lecornu), y tres gobiernos (Lecornu ha repetido), y el problema sigue siendo el mismo: la falta de apoyos para la aprobación de un presupuesto. La prima de riesgo está ahora más abajo que hace 12 meses, pero Francia ha sufrido por el camino varias bajadas de rating, y la paciencia de los inversores no es infinita.
